Armando y Antonio ejemplos de una realidad

Armando Caballero y Antonio Hernádez encontraron un espacio en la sociedad.
Cuando las puertas de una nueva vida se abrieron para Cuba en 1959 los discapacitados encontraron también un espacio en una sociedad que borró la exclusión.

Armando Caballero y Antonio Hernádez son ejemplo de esta realidad desde su infancia. Ambos son ciegos y me cuentan sus historias, no con tristeza sino con un sentido práctico de la vida.

Armando toma la palabra, con esa facilidad que le proporciona su carácter de conversador, pero también por asumir desde hace años, responsabilidades sindicales en el taller especial, donde trabaja junto con Antonio.

“Cuando niño estudié en la escuela especial para ciegos lo que me permitió prepararme desde la infancia para asumir el futuro y aquí estoy desde la fundación de este taller,  hace  23 años, porque soy  uno de los pocos fundadores que continuamos trabajando aquí.

“Nunca se me olvidará cuando oí a Fidel hablar sobre la creación de estos talleres y lo importante que serían para integrar a los discapacitados a la sociedad. Y así fue porque no sólo somos útiles, sino que aportamos a la economía del país.

“De mi vida particular te diré que mi esposa trabajó aquí, pero como es discapacitada de una de las extremidades se fue agravando y tuvo que retirarse.

“Nos sentimos con una felicidad especial ahora porque nos dieron una nueva casa y figúrate, esto es motivo para estar alegres.

-¿Y qué dice Antonio Hernández?
“Como Armando, estudié en la escuela especial y también soy uno de los tres fundadores que quedamos en este centro.

“Para mí como para todos los discapacitados que trabajamos aquí, el taller forma parte de nuestra vida y yo quisiera que tú vieras como las personas que pasan por aquí se detienen a admirar lo que hacemos.

“Creo que es bueno que se divulgue por los medios nuestro trabajo.

“Sí, soy casado y tengo una hija y una nieta a las que adoro. Ellas, junto con mi esposa me ayudan, y a veces, cuando me molesto porque no puedo hacer algo a causa de mi ceguera, me llaman a la reflexión y me tranquilizan. Dicen que yo hago suficiente a pesar de no tener visión.

“Me siento feliz por todo lo que te he dicho y porque vivo en este país”.

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