De todos
los derechos de una mujer, el más grande es ser madre y sólo se
renuncia cuando la vida lo impide, sin embargo el amor de una madre
no contempla lo imposible y por eso muchas veces el muro de la
discapacitad se rompe para que brote de las entrañas de una mujer la
flor de la vida convertida en hijo y luego, en fruto cultivado por
ese amor que se impuso por sobre las sombras de la visión, el
silencio auditivo o los impedimentos físico motores.
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A todas las madres discapacitadas
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