Para no correr delante del cazador

 Hace poco y por casualidad, vi por la televisión un interesante trabajo de un grupo de personas que se preocupan pero más que todo, se ocupan de cómo descubrir a esos perversos seres que han involucionado y se dedican a utilizar las tecnologías para dar riendas sueltas a lo más primitivo del ser humano: la complacencia sexual, pero no con personas adultas, sino con niños y niñas.
Resulta que gracias, precisamente, a la tecnología digital, crearon niños, los que en vez de ser cazados se convirtieron en cazadores de abusadores y así pudieron descubrir a unos cuantos desalmados, los que fueron apresados.
Sin embargo, muchos otros quedaron impunes, debido a la carente o débil política de los Estados para impedir esta práctica tan sucia e indigna.

Y es que la violencia contra la infancia y las mujeres en vez de haber desaparecido tras siglos y siglos de dominación masculina, continúa hoy, casi con más fuerza y de forma más extensiva.
Es lógico que hoy nos preguntemos ¿cómo es posible que luego de miles y millones de años de evolución el ser humano, y en especial el hombre, continúe considerando a su compañera de la vida y tan protagonista como él de este planeta, como de segunda categoría y objeto de represalias, castigos y hasta de provocar su muerte.
Quizás esté equivocada pero pienso que si el cerebro humano se encuentra en un punto máximo de desarrollo, aún guarda un espacio para dar rienda suelta a que los “génes” del hombre primitivo salgan a flote y la fuerza bruta se imponga catapulteada por los resortes de costumbres ancestrales, también por la ignorancia, por las drogas, por un número de condicionantes de todo tipo de la propia modernidad que continúan colocando al hombre por encima de la mujer.
También puede ser que esté equivocada cuando pienso que mientras los que ordenan y mandan en este mundo no cambien sus politicas de trato a las mujeres y las leyes actúen en su mayoría a favor de Ellos, la situación de las féminas no cambiará.
Hay un término que refleja a las claras la prepotencia de la fuerza y del dominio impuesto en este mundo sobre ellas, y es la frase “el sexo débil”.
Pero realmente ¿qué significan estas tres palabras?. Pienso que si hacemos un análisis de ellas nos conduciría precisamente al “gen del hombre primitivo” que coloca a la mujer por debajo del macho, o sea, que nunca se debe olvidar que él es el dotado por la Naturaleza para dominar.
Si nos remontamos a la época de las cavernas, quizás encontremos el origen de ese permanente dominio de la fuerza sobre nosotras y por tanto de la discriminadora frase.
Cuando en ese mundo no era tan fácil sobrevivir, en medio de animales salvajes, y de una Naturaleza donde todo parecía agredir al ser humano, el que iniciaba un largo y peligroso camino hacia su desarrollo, pero con un desconocimiento absoluto del medio que lo rodeaba, la única forma de sobrevivir era luchando a muerte. Pero el que poseía la fuerza bruta era el macho y el que podía de forma colectiva, enfrentar aquella realidad, si quería sobrevivir, pero además, la que traía a ese mundo nuevos miembros del grupo era la mujer, entonces había que protegerla y asegurar alimentos para todos.
Realmente la fuerza se imponía en esa etapa de la vida humana, pero desgraciadamente continuó luego con las guerras y otros rigores de la civilización y con la propia condición natural de la mujer: la de reponsabilizarse con el nacimiento de otra y otra generación.
O sea, que siglo tras siglo el macho fue marginando a la hembra, la cual, a pesar de ello, fue tomando conciencia de su papel protagónico junto con el llamado también “sexo fuerte”, porque ni ellas eran tan débiles, ni ellos, tan fuertes.
En la actualidad y gracias a esa toma de conciencia no sólo de la mujer, sino de muchos hombres en los que el desarrollo científico, tecnológico y social han contribuido a restar valor a sus “genes de la fuerza bruta” el papel de las féminas va tomando nuevos rumbos para que éstas ocupen mayores espacios en los gobiernos del mundo y en toda la vida de la sociedad del planeta.
Qué falta todavía mucho camino por andar, es cierto, pero que la puertas a la igualdad de género se han abierto, es también una realidad.
Entonces, a todos nos corresponde hacer cotidiano que hombres y mujeres tomen por igual las riendas de esta civilización para que no existen ni cazadores ni cazadas.


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