El único precio y el único empleo

Nadie puede sentir el dolor ajeno como el propio. Creo que sólo las madres poseen esta singularidad si es que se le puede llamar así.

Para una persona discapacitada no ver, o no oir, o perder parte, o uno, o varios de sus cuatro miembros es casi tan doloroso como morir. No exagero.

Por suerte vivimos en una país, que a pesar de todas sus desgracias (bloqueo, afectaciones de la crisis económica mundial y no sé cuantas otras) las personas discapacitadas gozan de una atención que sólo el socialismos es capaz de materializar con garantía de empleo, atención médica entre otras.

¿Qué tiene que ver todo esto con la paz y la guerra?

Leonel Margenat es el presidente de la filial camagüeyana de la Asociación Nacional de Ciegos de Cuba (ANCI) y en una de esas conversaviones informales que sostenemos casi más por amistad que por ese oficio de la palabra escrita que a veces se interpone y cierra la espontaneidad en el díalogo, él me decía que si es triste convertirse en discapacitado por una enfermedad o por un accidentes cómo sería por una guerra.

“Si sobrevivimos a una contienda bélica moderna, me dice Margenat, con armas de un gran alcance de poder destructivo los que más van a sufrir son los pueblos indefensos de los lugares de las operaciones y muchos otros que no tienen que ver con ese pleito.

“Pero te imaginas de los que puedan sobrevivir cuántos quedarán mutilados.

“Es necesario hablar de lo que sucedió en Japón con las bombas atómicas lanzadas por los estadounidenses, hay que hablar de lo que sufrió el pueblo de Viet Nam con las armas de exterminio masivo utilizadas por los Estados Unidos, los horrores en Iraq y en Afganistán y de no sé cuántas otras barbaridades que ese imperio comete contra la humanidad”.

Como Leonel esta periodista sabe que también otras preocupaciones ocupan hoy a millones de personas, como la falta de empleo, el alza de los precios y las catástrofes climáticas pero si la oscura noche nuclear cubre con su manto la luz del sol, ya no importará nada porque el único precio será el de sobrevivir, y el único empleo el de poder conservar la vida.

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