La educación especial, un derecho humano

Foto: Otilio Rivero
Desde 1959 Cuba inició una transformación total de la educación y empezó por declarar la enseñanza gratuita, luego la erradicación del analfabetismo con la campaña de la alfabetización y más tarde prosigue con el cambio en todo el sistema, el que aún continúa renovándose de acuerdo con las nuevas exigencias del país y las realidades contemporáneas.


Dentro de todas estas novedades se encuentra la educación especial la que antes de esa fecha prácticamente no existía, ni podía siquiera soñarse ante la pobreza que azotaba al país y el subdesarrollo que lo enterraba en un país del Tercer Mundo, pero que en realidad, la isla podía clasificar dentro del cuarto o el quinto mundo.

Lo poco que ha podido recopilarse de aquellos tiempos, antes de 1959, se refiere a que apenas un centenar de niños era atendido por organizaciones privadas o patronatos.  Los  niños, que podían contar con esta ayuda, padecían de deficiencias auditivas o visuales, pero además eran una enseñanza muy carente de condiciones exigidas por las características de los educandos.

Sólo a partir de la década del sesenta es que se inicia una educación especial como demandaba la revolución que se impregnó en la enseñanza.

Y para no hacer tan extenso el recorrido de la historia de este tipo de educación podemos sintetizar y decir que durante las cinco décadas transcurridas Cuba construyó  una excelente educación especial, pero que pudiera considerarse por encima de esa excelencia si esta pequeña isla no sufriera los embates de las limitaciones ocasionadas por el bloqueo que sostienen los Estados Unidos  contra esta pequeña nación y que hacen imposible adquirir mayores recursos para la atención a estos discapacitados.

Hoy funcionan a lo largo y ancho de nuestro “verde caimán” unos 300 centros dedicados a niños, adolescentes y jóvenes que padecen insuficiencias físicas o mentales.

Y para la atención a toda esta compleja educación se han formado cientos de maestros, especialistas, técnicos en general que con una singular dedicación y ejemplo de amor  a tan sensibles problemas hoy contribuyen a que este sector de la población también se eduque, reciba conocimientos y se incorpore a la vida social.

Todos los niños y adolescentes cubanos que padecen alguna limitación física o intelectual poseen los mismos derechos a la educación como el resto de la población, porque también la enseñanza es un derecho humano.

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