“La catarata congénita, el estrabismo, el desprendimiento de retina y el movimiento continúo de mis ojos no me impidieron convertirme en un hombre útil”.
Así me dice Leosvani González Rodríguez, un joven de 33 años que con su débil visión va de un lado para otro, porque le ha sabido coger la vuelta a su discapacidad”.
“Cuando era niño estudié en la escuela especial para ciegos e hice allí hasta el 9no grado porque en esos años se incluía la secundaria, ahora no porque cuando el niño termina la primaria pasa a la enseñanza general.
“Me gradué de obrero calificado y aprendí la mecánica de las bicicletas.
“Pero no me conformaba y me matriculé en la Facultad Obrera donde alcancé el 12 grado y desde 1999 trabajo en el taller especial con otros discapacitados. Allí nos sentimos útiles, aportando nuestro granito de arena a la economía de nuestro país”.
-¿Y tu familia...?
-Mi familia siempre me ha apoyado, nunca ha habido rechazo, todo lo contrario. Pero no sólo de mis padres, sino de mis primos y otros familiares, he recibido cariño y comprensión”.
-Te he visto varias veces en la Asociación de Ciegos...
-Sí, yo soy miembro del ejecutivo y eso me hace sentirme muy bien porque nuestra organización es importante para nosotros, es la forma de estar integrados, de incorporarnos a la sociedad y recibir no solo apoyo material en la medida de las posibilidades, sino la solidaridad humana que es la más importante”.
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