“Mi nombre es Eloy Abreu Reina padezco de afagia y miopía y desde los cinco años ingresé en esta escuela especial para ciegos y baja visión de Camagüey, porque en mi provincia, Las Tunas, no había este tipo de centro en esos años, después se construyó, pero yo preferí continuar estudios aquí.
“Ahora tengo 22 años y me quedé trabajando en la escuela, siendo útil al centro como mecacopista, o sea que copio los textos de los libros de la enseñanza general pero adaptándolos a una letra más grande porque eso ayuda a los niños con baja visión.
“Yo estudié, luego de mi egreso de esta escuela, la especialidad de operador de microcomputadora y estos conocimientos también me ayudan a prestar mis servicios.
“Me siento feliz, a pesar de mis limitaciones visuales porque en este centro todos trabajamos para que los pequeños sean felices, para que la falta de visión no se convierta en una atadura a la soledad y la sobreprotección”.
Eloy me muestra con orgullo su oficina y me habla del centro con mucho orgullo y agradecimiento. Entonces, toma unas libretas muy bonitas y me las muestra.
“Sabe qué son estas libretas - me pregunta- aquí voy pegando cada Reflexión de Fidel porque lo admiro y respeto mucho, gracias a él yo pude estudiar, ser útil, sentirme feliz y vivir con satisfacción.
“Leo cada Reflexión y aprendo mucho con ellas, me enseñan historia y cosas que yo no sabía del mundo y de la vida. Y siempre las recortaré y las pegaré en las libretas que preparo”.
Humilde, pero decidido; limitado por el alcance de su visión, pero audaz como joven al fin es este muchacho que rompe los obstáculos que la vida le impuso para aportar un granito de felicidad a los que tienen menos visión que él y que deben transitar por siempre con la luz de los sonidos y la comprensión de los demás.
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