Los prejuicios. Cuánto daño hacen a las personas. Y aunque parezca increíble todavía hay personas que se sienten molestas porque un familiar es discapacitado.
Y voy a contarles una historia real, sin ficción pero que entraña un mundo de complejos, incomprensiones y hasta falta de sensibilidad y amor.
Alguien a quien conozco le pidió a su progenitora, la que residía en otro municipio con su otro hijo y su esposo, que viniera a vivir con ella porque allá estaban muy lejos y la vejez ya les impedía continuar viviendo solos y con un hijo parapléjico en silla de ruedas y con retraso mental.
Durante años la madre de esta persona sólo venía a su residencia de visita con su nuevo esposo y su hijo discapacitado, hermano por parte de madre de la protagonista de esta historia, pero no es lo mismo la visita por un momento, que permanecer siempre en el mismo inmueble.
Hace unos meses que la familia se unió, y al principio al joven discapacitado se le permitía en la puerta de la casa donde se entretenía porque el vecindario mostraba simpatía por el muchacho y bromeaba con él, y hasta le hacía pasar ratos agradables.
Pero todo fue cambiando. Ya no se veía al joven en la puerta, sólo allá, lejos, en el patio de la casa, parece que a la dueña de la casa le daba vergüenza que sus visitas vieran al discapacitado (su hermano) en la puerta o la sala de la vivienda.
Ahora la familia no es feliz. Ni los que llegaron, ni los que estaban.
Solución, buscar una vivienda donde vivir aparte. Pero hasta ahora no sé si la encontraron para acabar con el problema, el que sólo se presentó por la incomprensión, la falta de amor y los prejuicios.
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